Limpias, nostálgicas, curiosas, inquietantes, voluptuosas, indiscretas… Así son las miradas que Javier Pamplona nos regala en esta exposición, donde la ventana hace de elemento unificador de su obra. 

Todas ellas son ventanas sin fecha, que nos asoman al exterior o nos obligan a mirar al interior, hacia nosotros mismos. Cada uno de estos cuadros de Javier Pamplona es una historia abierta a nuestra imaginación, porque contiene todos los elementos para crear un relato de amor o desamor, de misterio, de reencuentro, de erotismo o de ingenuidad.

Desde sus ventanas se divisa un mundo azul, violeta, limón, ocre… de grandes claridades y penumbras, de sueños de verano entre la luz tamizada de las persianas que nos hacen sentir el calor de una tarde de agosto, la tentación del ojo espía del “voyeur”, o la soledad adolescente en ese “Desnudo en el taller de costura”.

Al entrar y salir por las ventanas de Javier Pamplona nos encontramos con gatitos juguetones, paisajes tranquilizadores o reivindicativos, amantes envueltos en un fondo de nubes que se cuelan hasta el colchón, y  máquinas de escribir y de coser que, aunque sin hoja de papel y sin hilo, como  sus pinceles han ido tejiendo las diferentes historias de sus cuadros.

Con la misma facilidad que penetra la placidez de un atardecer mediterraneo, en la ventana de “De Profundis”, Javier Pamplona te enfrenta a una circunstancia dramática, porque no sabes si este señor que baja por la escalera se tiene que ir de la casa o acaba de llegar; si el caos de objetos y cajas que le aguardan tras el último peldaño son recuerdos o proyectos…

A través de estas ventanas también se puede ver la sinceridad de Javier Pamplona en su   experimentación para conseguir que su obra se renueve todos los días: “Eso significa que siempre puedes encontrar algo nuevo que paladear. No tengo nada de espontaneo. Siempre procuro hacer una pintura en la que no me encuentre con la rutina, siempre busco una especie de desafío, siempre busco algo nuevo…”

Concha Bordona

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